Por: Pablo J. Gutiérrez F. III, financista especializado en gestión de riesgos y seguros.

Mientras iba rumbo a su casa luego del trabajo, Pedro escuchó en la radio múltiples comerciales de distintas entidades financieras ofreciendo cuentas de ahorro, depósitos a plazos fijos, y diversos otros tipos de cuentas en las que podía depositar su dinero. Dado que era 31 de octubre, Día Mundial del Ahorro, se dijo así mismo que finalmente abriría una cuenta en la que depositaría, de manera consistente, una cierta cantidad de dinero para cumplir sus metas. Sin embargo, al ver las variedades de cuentas, requisitos, entidades financieras, y demás que existen en la plaza, estaba algo confundido sobre como avanzar. Puede ser que por esto a muchos panameños se les haga difícil o imposible ahorrar. De hecho, según la última data publicada por el Grupo Credicorp, en su Índice de Inclusión Financiera, el 64% de los encuestados del país dice no ahorrar. En otras palabras cerca de 2 de cada 3 panameños no está ahorrando.

Por fortuna, no nos pasará esto a nosotros, ya que aquí veremos las alternativas más comunes, explicadas de manera sencilla, para que todos tomemos mejores decisiones sobre como manejar nuestro dinero:

La cuenta de ahorro tradicional es la más básica; la alcancía moderna de Pedro. Abre su cuenta de ahorro en un banco, sin mayores requisitos en cuanto a depósito mínimo inicial, y de manera recurrente separa parte de su salario cada quincena. A cambio, el banco le paga un interés que suele ser algo pequeño. De hecho, en muchos casos, si el saldo de Pedro baja de $100, varios bancos ni siquiera le pagan intereses (0% de rendimiento). En otras palabras, la plata crece más lento que la fila del cajero en quincena de un mes de décimo. Aun así, Pedro valora esta cuenta porque su dinero está seguro y disponible para cualquier emergencia. No es raro que muchos de sus compatriotas prefieran ahorrar en otras instituciones, como las cooperativas, pues allí se suelen encontrar tasas más altas – aunque para beneficiarse deban afiliarse como socios de la cooperativa.

Tenemos también el depósito a plazo fijo, para el cual Pedro tendrá que esperar algo de tiempo para poder aperturar. Los mismos tienen un mínimo necesario para abrirse, el cual usualmente ronda los $10,000.00. Mientras leía sobre los mismos, Pedro descubrió que los plazos fijos son básicamente acuerdos donde el banco toma tu dinero por un período fijo de tiempo y te paga una tasa mayor.¡En algunos casos, las tasas llegan hasta 6.5%! Es decir, la entidad financiera te pagará más por tu dinero que en una cuenta de ahorros, pero no podrás tocar el mismo por el período que pactaste con la entidad.

Buscando otras alternativas que no fuesen tan altas a nivel de depósito inicial, Pedro encontró las cuentas de ahorro programado o de metas. Un ejemplo común de estas es la cuenta de ahorro navideña, en la cual, durante cada quincena del año, Pedro aparta una suma fija de su salario hacia esta cuenta especial. Es un dinero “intocable” hasta cierta fecha (típicamente en noviembre-diciembre), cuando la entidad financiera le devuelve todo lo depositado más intereses y, a veces, algún incentivo adicional. Es una forma de forzarse a ahorrar con un objetivo claro (las fiestas de fin de año) y evitar caer en deudas en diciembre. En esta misma categoría de cuentas hay otras que te permiten ahorrar de manera fija por más tiempo (por ejemplo, 24 meses), a cambio de una tasa más elevada; piénsalo como un mini-plazo fijo o como aquella alcancía de cerámica que tenías de niño, la que no podías romper hasta llenarla. Este es un mecanismo psicológico y financiero para no gastarse ese dinero destinado a un sueño específico.

Por último, Pedro vio su celular y se recordó de los productos digitales que hoy día ofrecen algunas entidades financieras. Ya no tiene ni que ir al banco; puede abrir cuentas 100% digitales desde el celular. Estas no solo le brindan rapidez y menos burocracia en su apertura a Pedro, sino que pueden venir acompañadas de tasas más elevadas (Pedro vio cuentas que le pagaban hasta 4.5%). En algunos casos, ciertas fintech y billeteras electrónicas le permiten a Pedro separar dinero en “bolsillos” virtuales para diferentes propósitos; aunque muchas no paguen intereses, sirven para organizarse mejor a nivel de gastos. La ventaja de estos productos digitales es que eliminan barreras y ayudan a mejorar la inclusión financiera en nuestro país. Incluso, para un joven que recién inicia, la idea de ahorrar con una app es mucho más natural que llenar formularios en ventanilla. Pedro, que ya no necesariamente es ningún pela’o, agradece poder destinar automáticamente una parte de su sueldo a un ahorro digital – así evita la tentación de gastarlo y de paso experimenta con la banca en línea, y móvil, de forma cómoda.

Una vez en casa, Pedro comenzó a pensar en las diferentes razones por las que necesitaba ahorrar, así como el tiempo que le tomaría acumular el dinero para cubrir cada una de estas necesidades o metas. Al darse cuenta de todo esto, Pedro comprende que el hábito de ahorrar vale oro – literal y metafóricamente. No se trata solo de qué cuenta paga la mejor tasa, sino del acto en sí de separar dinero para el futuro. Tener aunque sea algo de chen chen guardado puede ser la diferencia entre que un panameño de a pie pueda afrontar una emergencia con tranquilidad o caer en manos de la deuda. Y viéndolo a nivel macro, esto se vuelve trascendental. Las autoridades deben recordar que fomentar una cultura de ahorro propicia el valor de la responsabilidad individual, lo cual es esencial para el desarrollo sostenible nacional. Y por ello se deben redoblar esfuerzos por mejorar la cantidad de ahorristas del país. Cada dólar ahorrado, por humilde que sea, es un ladrillo más en el edificio de la tranquilidad financiera personal, familiar, y, en conjunto, en la prosperidad de nuestro querido Panamá.

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